Parado delante de una ventana junto dos tableros con algunas notas en los mismos, un maestro de escuela de camisa oscura y chaqueta habana relata la anécdota en un portugués marcado, cuando le preguntó a uno de los niños, que porque no estudiaba, el pícaro menino solo atino a responder “Para que profesor, si voy a ser jugador de futbol”; el niño de la historia es Ronaldo de Assis Moreira, nacido en Porto Alegre y mejor conocido como Ronaldinho.Formado en las divisiones inferiores del Gremio de Porto Alegre, se robo los titulares de los periódicos a los 13 años cuando le metió 23 goles a otro equipo; su primera incursión europea la hizo de la mano del Paris Saint Germain, en donde enseño grandes pinceladas de su clase. A pesar de que el Manchester United había adelantado su contratación termino fichando por el Barcelona en donde deslumbró a todo el mundo con sus fantásticas jugadas y con el que ganó dos ligas junto a una Champions.
El 19 de Noviembre de 2005 fue inolvidable para el jugador del estado de Rio Grande do Sul, vistiendo la camiseta del Barca logro poner de pie al público asistente al Santiago Bernabéu que durante ese clásico vio como anotaba dos de los tres goles con los que el blaugrana le ganaría al elenco merengue en su propio fortín. Pero después del Balón de oro, todo cambió; el chico de la sonrisa permanente se comenzó a diluir y poco a poco fue buscando la puerta de salida del onceno culé con destino a Milán, donde le recibiría con los brazos abiertos Silvio Berlusconi y el equipo rossonero, hambriento de su talento.
Pero el ídolo no se recupero en Italia, la chispa se fue perdiendo, ya no hacía aquellas cosas que hipnotizaban y eran más las pelotas que perdía que las que hacían genialidades cuando llegaban a sus pies; aquel crack empezó a cambiar y al mismo tiempo, comenzó a tomar más popularidad su vida nocturna que el desempeño en las canchas, haciendo que el brasileño no fuera ni la sombra del jugador que enamoró a todos con sus fulgurantes regates y fantásticas definiciones.
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